Natalia Mercado propone el “trazo” estructural sobre el que esta “pequeña música” mutará su ánimo y se involucrará en los distintos “cuadros” que estampan las visiones emocionales y los pensamientos residuales del personaje incierto e inestable que encara el compositor. Edgard G. Moya Godoy es quien ha gestado esta idea desde lo musical y poético en una conjunción de lo intimo y lo externo; un “reflejo” en las identidades; una profusión compartida. Estos elementos aúnan los contrastes propios de la experimentación de composiciones tempranas, paralelamente a la producción poética aficionada de “Cuando Dios quiso despertar el alba”, material inédito que reúne sus escritos desde el año 2005 al 2009.

La poesía y la música conceptualizan los extremos silenciosos y ruidosos de la personalidad, de la convivencia con uno mismo y la confusión del doler humano. El espacio es un factor que genera límites quebrantables por la interacción, algunas veces altruista, otras veces áspera e inclusivista. Esta representación es el flujo del mismo concepto, quizás real, quizás sintético.